El 20 de marzo de 2020, Rosario amaneció con un paisaje inusual: calles desiertas, estrictos controles policiales y un silencio inquietante que reflejaba la incertidumbre de un país entero. La consigna era clara y debía cumplirse sin excepciones: permanecer en casa para resguardar la salud.

El confinamiento se anunció en la noche del 19 de marzo, cuando el entonces presidente Alberto Fernández comunicó la entrada en vigencia del Decreto 297/20. La medida, que regiría desde la medianoche hasta el 31 de marzo en una primera instancia, tenía como objetivo frenar la expansión del coronavirus en Argentina.










El impacto fue inmediato. Comercios cerrados, circulación reducida al mínimo y largas filas en los supermercados se convirtieron en postales cotidianas. A su vez, el uso masivo de barbijos y guantes pasó a ser una imagen habitual en las calles de la ciudad.
El primer caso de COVID-19 en la Ciudad
Días antes del inicio de la cuarentena, el 15 de marzo de 2020, el gobierno provincial confirmó el primer caso de coronavirus en Santa Fe. Se trataba de un paciente con antecedentes de viaje a Inglaterra, quien fue rápidamente aislado en el hospital Carrasco. En ese momento, se informaron además nueve casos sospechosos en la ciudad, lo que generó gran preocupación en la población y marcó el inicio de una etapa de restricciones sin precedentes.
Con el paso de los días, el confinamiento se extendió y la vida cotidiana cambió radicalmente. A cuatro años de aquel día en que Rosario se detuvo, los recuerdos de la incertidumbre y el impacto de la pandemia siguen presentes en la memoria colectiva.