Este año se cumple una década del polémico y fallido desembarcó en Rosario del famoso boliche porteño, “Esperanto”. La discoteca se había instalado en el centro de la ciudad gracias a una inversión millonaria cuyo origen no era legal, ya que luego se pudo constatar que gran parte de lo aportado para el local provenía de un hombre fuerte del narcotráfico, pero con poca exposición pública por ese entonces, Luis Medina. El caso tomó tal trascendencia que hasta se creó una ordenanza para estos tipos de movimientos megaeconómicos.
Si bien el boliche prometía una fuerte e intensa actividad económica en la noche rosarina, detrás de las luces, los tragos y los vips lujosos se vislumbraba el negocio del lavado de dinero. Dicho efectivo proviene de los negocios ilícitos que tenían vía libre para que ese flujo beneficie al círculo ilegal.
La magnitud del caso llevó a la creación de la ordenanza 9204/14 (un procedimiento administrativo que se propuso para incorporar un sistema de control económico financiero de inversiones).
Tras las investigaciones, comenzó a surgir el hombre de Luis Medina, que era casi tan desconocido como la familia Cantero para la mayoría de los rosarinos. En ciertos círculos no era más que el dueño de dos concesionarias del macrocentro. No obstante, hacía tiempo que había cambiado el origen de su flamante fortuna: no eran los autos sino el mercado de la droga en la zona oeste, prolijamente delimitado en acuerdo con la banda Los Monos.
El caso de Esperanto fue una de las primeras historias que trascendió públicamente en una Rosario que desconocía los movimientos que ya ocurrían de manera subterránea.
El universo de Medina se desmoronó cuando creyó encontrar la solución al principal problema que desvela a los gerentes del narcotráfico mediante la instalación de una megadisco.
Desde aquel momento se comprobó que era imprescindible que las autoridades se involucren de lleno en la prevención del lavado de activos, a través del requerimiento de información para poner a disposición de la Unidad de Información Financiera (UIF). Con esta nueva herramienta, entre el 2017 y el 2018, dos paradigmáticos proyectos comerciales con oscuro financiamiento optaron por retirar sus propuestas luego de activarse citados mecanismos de alerta.