Las crónicas policiales en la ciudad siguen dejando víctimas inocentes y dolor en muchos buenos vecinos que hoy sufren por vivir en una ciudad que hasta hace un poco más de una década se jactaba de ser una de las mejores ciudades para habitar.
Josefa era una mujer de 62 años que vivía en Villa Manuelita y tuvo la mala suerte de quedar en medio de una de las tantas balaceras que se efectúan en la ciudad en el marco de las disputas del territorio que se dan entre grupos vinculados al narcotráfico.
El Narco no perdona, no mide consecuencias a la hora de dar un mensaje y sus soldados sicarios “se desconocen a si mismos” al momento de salir a realizar un reguero de pólvora en la zona señalada. Por eso cuando los disparos comienzan, no importa si se cruza un animal, una persona o una columna. Da lo mismo porque el soldado “ya no ve”, no tiene la capacidad de hacerlo. Es violento, salvaje y doloroso.
Josefa Retamoso estaba tomando mate en la puerta de su casa en Spiro y Cepeda, una de esas ventajas que siempre tuvo el barrio a diferencia de las calles céntricas en las que el tránsito y el bullicio no permite este tipo de licencias. La abuela, considerada una buena vecina se la vio venir. Cuando ese auto blanco asomó el arma por la ventana intentó meterse adentro del pasillo que da a su hogar, pero la lentitud producto de algunos achaques en las piernas le impidió la huida y la ráfaga de tiros le dejó varios impactos letales en el cuerpo.
Los vecinos intentaron llevarla al Hospital pero ya nada se podía hacer nada ante tanta violencia desplegada y la abuela murió a 30 minutos después de ingresar al Roque Saenz Peña.