La interna del peronismo no calienta a nadie en Santa Fe. Los consultados evitan jugarse por Cristina Kirchner o Ricardo Quintela. Desde el perottismo se consideran “neutrales”, postura repetida ante diversos conflictos por parte de su líder rafaelino que silba bajito en la Cámara de Diputados de la provincia, en el Evita creen que no debería haber interna, el espacio que se desprendió de La Corriente piensa lo mismo, aunque uno de sus referentes, Kiko Busatto, estuvo en el acto de Axel y tenía aceitado el vínculo con el candidato que enfrentaría a Cristina, Ricardo Quintela. En el balance de pros y contras pesa mucho el costo real y material de la realización de las elecciones para las que no estarían garantizadas las condiciones. El líder de la bancada peronista en diputados, Germán Martínez, mano de derecha de Agustín Rossi, está cercano a Máximo Kirchner. Pese al desencanto que puede haber con La Cámpora y el cristinismo sale una conclusión inapelable: “ellos tienen el ancho de espadas”.
El costo de la interna
El aspecto negativo que alarma a muchos, de confirmarse el escenario de elecciones a realizarse el próximo 17 de noviembre, tiene que ver con la imposibilidad material de llevar a cabo la contienda. Se requerirían 6000 urnas, el gobierno nacional proveería solo 3000. El valor total sería de 500.000 dólares. Y se descuenta el costo simbólico que implicaría destinar recursos en una lucha intestina para designar nombres, con operaciones cruzadas y golpes bajos.
“Que se suturen el ort*”
En un diálogo íntimo con su asesor Oscar Parrilli, filtrado a través de escuchas que violaban la intimidad de los conversantes, se oye a Cristina hablar de la nula relevancia que tiene el partido para el kirchnerismo. En el audio difundido en 2018 CFK proponía no pelear en el PJ, señalando que nunca se le dio bola, al menos en Santa Cruz, y los mandaba a que “Se suturen el orto” (sic).
Este sincericidio extremo de la ex vice sirve para considerar el punto conflictivo que existió siempre con la institucionalidad del justicialismo. Esto lleva a muchos a señalar la relevancia menor que tendría el puesto en disputa por lo que ha representado en la historia reciente del peronismo, más asociado a la figura del movimiento que a la del partido.
Hay antecedentes que van en esa dirección. Cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia en 2003, el líder institucional del PJ era Carlos Menem. El pingüino se alzó con el cargo en dos oportunidades, entre el 2008 y el 2010, con una presidencia interina en el medio de Daniel Scioli, luego de la renuncia de Kirchner tras perder contra Francisco De Narváez (PRO) las legislativas del 2009.
Tras la muerte de Néstor, el hoy funcionario del mileísmo, ostentó el cargo hasta el 2014. La relación kirchnerismo-Scioli fue tensa desde el comienzo. Ya en el primer gobierno de NK, el vice fue relegado a un segundo plano luego de afirmar que se aumentarían las tarifas, facultado en su rol de presidente del Senado. Pese a que el vínculo mejoró transitoriamente, el kirchnerismo lo desafió cuando fue gobernador de Buenos Aires a través de figuras como Martín Insaurralde. También se acusó una importante cantidad de veces a La Cámpora por no apoyarlo lo suficiente en su carrera a la presidencia en 2015, además de los miles de cuestionamientos a su candidatura desde programas kirchneristas como 678.
A Scioli lo sucedieron el ex gobernador de Jujuy, Eduardo Fellner, y José Luis Gioja, ex gobernador de San Juan. En el medio estuvo la pólémica intervención del partido que consagró a Luis Barrionuevo, personaje despreciado transversalmente, dentro y fuera del peronismo, y uno de los primeros peronistas Milei friendly.
Ni el jujeño ni el sanjuanino tuvieron un rol preponderante en el armado del 2019, resuelto entre figuras muy ancladas al territorio de la ciudad y provincia de Buenos Aires, lo cual evidenció otro vínculo conflictivo e indescifrable, el de Cristina con los Gobernadores.
No queremos saber nada con “esta mujer”
El Ministro de Economía, Caputo, menciónó en el Coloquio de Idea que algunos gobernadores peronistas le dicen en privado que “no quieren saber nada con esta mujer”. En su cuenta de Twitter, Cristina Kirchner compartió el recorte y dijo que “Toto” parecía su jefe de campaña. “Esta Mujer, obviamente, soy yo. “Nosotros” es el gobierno de Milei, con el que se quieren ir algunos Gobernadores votados como peronistas. ¿Se entiende qué quiero decir cuando sostengo que hay que enderezar y ordenar el peronismo? Feliz Día de la Lealtad para todos y todas”, twitteó CFK. El llamado a ordenar y enderezar encierra el novedoso planteo de una disciplina partidaria, pocas veces ensayada en el justicialismo, que permita aleccionar díscolos desde un poder centralizado. Es curioso que el pedido por organicidad interna surja de la líder del espacio que boicoteó durante cuatro años el mandato de Alberto Fernández, presidente tanto del país como del partido.
Pero el llamado al ordenamiento también obedece a una desconfianza histórica que hubo del cristinismo para con los gobernadores y viceversa y que nunca fue zanjada pero si aplacada. Jairo Straccia, periodista de Radio Con Vos, presente en el Coloquio de Idea, señalaba que un funcionario del PRO le dijo algo así como que durante el macrismo los caudillos tampoco querían saber nada con “esta mujer”, sin embargo, cuando Cristina lanzó Fernández-Fernández como fórmula presidencial, ninguno expuso mayores cuestionamientos y se encolumnaron detrás. Quedaron para la historia los intentos de Pichetto por dotar de autonomía a un peronismo no-k, primero, y de incluirlo dentro del macrismo, luego. Pichetto, pese a que prometió al PRO sumar a un grupo de alrededor de 6 senadores peronistas del interior, terminó adhiriendo libre, solterito y sin nadie.
Los gobernadores que acompañaron no fueron recompensados con cargos en el Gabinete inicial de Fernández-Fernández, que además de estar poblado de científicos, era una oda al unitarismo. La posterior inclusión de Manzur intentó barnizar esa carencia de peronismo del interior, pero el personaje se fue como llegó, deslucido. Además de la rosca por cargos, el interior jamás fue consultado por cuestiones relacionadas a la producción, donde la especificidad de cada una de las regiones cobra un rol preponderante. El poder central, sea Alberto o sea Cristina, no intercedió directamente en tensiones por la extracción de recursos primarios. No hubo bancada para los minerales en el Norte, el petróleo en el Sur, la cría de Salmones en Tierra del Fuego, o la producción agrícola en La Pampa húmeda.
El ejemplo de Santa Fe es notorio. Las decisiones referentes a la producción agrícola y ganadera, estatización de Vicentín o cupo a la exportación de carne, se llevaron adelante a pesar de las posiciones de los gobernadores de la región y el rechazo de estos imposibilitó una aceptación mayor de las propuestas. Más allá de las valoraciones personales sobre las medidas, se evidencia en el accionar una descoordinación impropia de un movimiento llamado a aumentar la producción, pero incapaz de articular en favor de que esto suceda.
Wado De Pedro, alfil kirchnerista, era el encargado dentro de ese Gabinete del vínculo con los gobernadores, sin embargo, no hubo grandes logros en su gestión. Se articuló poquitísimo para sancionar leyes en las cámaras y en el 2023, muchas provincias gobernadas por justicialistas desdoblaron las elecciones regionales de las nacionales, restando apoyo a la candidatura de Massa.
Se ha señalado en columnas previas que el peronismo no-k, del interior, o cómo quiera llamársele, careció siempre de un proyecto alternativo al del kirchnerismo y se ha encontrado siempre maniatado por negociaciones cortoplacistas que obedecen a urgencias de la gestión y no a una preocupación genuina por el rumbo del partido. Tanto habló el kirchnerismo de un modelo, pero a este nada se le opuso desde el interior. Si se le opuso desde el funado albertismo, con propuestas de Martín Guzmán o Matías Kulfas, pero en defensa de ese proyecto tampoco saltó nadie.
También vale señalar que desde “las provincias” y sobre todo desde las de la Zona Núcleo, las más ligadas al Campo, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, y quizás también desde otra de las grandes como Mendoza, se alimenta la idea viciada de clasismo y racismo de un interior productivo que financia al ruinoso, tremebundo y ocioso conurbano.
El aporte de la provincia de Buenos Aires ha sido siempre subestimado por el resto del país, siendo esta en verdad la más perjudicada, no solo por la subrepresentación política (le corresponderían más diputados de los que actualmente tiene por el crecimiento de su población) sino también por la diferencia entre los aportes coparticipables enviados a Nación y los recibidos. Los bonaerenses no solo contribuyen a la generación de riqueza a través de su industria sino también a través de su producción agropecuaria, pesquera, petrolífera en menor medida, aunque con proyecciones de expansión. Partiendo de este enfoque mezquino peligran tanto la integración nacional como la partidaria o de movimiento. El desafío para Quintela, quien quiere oponerse a Cristina, es poder concretar una síntesis productiva que contemple realidades de diferentes latitudes y que recoja algo de todo eso que demanda hoy la sociedad. Suerte con esa changuita.
Por ahora, desde la vereda de enfrente a La Cámpora, se fundamenta la candidatura con argumentos fundados en la renovación del partido y alguna que otra chicana tal como que Axel Kicillof no registra hechos de corrupción.
El intercambio, tal como está planteado ahora, resulta ser un desperdicio de energías ya que no existe cuestión central, necesaria y programática que se ponga en agenda para debatir alternativas de cara a la sociedad.
La hora de la verdad
La tensión entre La Cámpora y Axel se fue un poco de las manos. Con diversos ataques coordinados, paladines de Cristina (el mencionado Parrilli, la senadora Fernández Sagasti, la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza) arremetieron contra el gobernador señalando que la elección por Cristina no podría ser más fácil ya que esta le dio todo. El cargo de Ministro de Economía, el de diputado nacional y el de candidato a Gobernador, fundamentaría un inclinamiento de Axel hacia la candidatura de la ex presidenta. Vale situar que fue Duhalde quien puso a Néstor Kirchner en la presidencia en el año 2003 y que fue poco el inclinamiento hacie este. De hecho, el Zabeca de Banfield fue borrado por completo del relato kirchnerista, obviándose siempre el ajuste previo del 2002 y la salida de la convertibilidad.
Es admirable el nivel de coordinación que mantuvo siempre esta organización, así lo demostró durante el Frente de Todos, así lo demuestra ahora para golpear a Kicillof con motivo unificado.
Con el cierre de listas del partido acercándose (ayer sábado), Axel recogió el guante y un nuevo pedido por la unidad del justicialismo envió tres mensajes claros. El primero es que no va a poyar a ninguno de los dos y de esto se desprende que, pese a las presiones, no va a apoyar tampoco a Cristina. El segundo es que la experiencia del Frente de Todos fue traumática y facilitó la llegada de un Gobierno como el actual. Con este se deslizan que a Cristina le caben diversas responsabilidades como el accionar y las estrategias que incluirían la interna a cielo abierto (de la que Kicillof fue parte activa) y también y más importante, la designación del candidato a presidente. Es un pedido por el fin de la dedocracia. El tercero de los mensajes es que cesen los ataques a los gobernadores (incluido él) que son los que en definitiva pagan el precio del ajuste a la casta. Ajuste que el mismo presidente subrayó esta semana en su cuenta de Twitter, respaldado en el dato de que las provincias recibieron el 82% menos que el año pasado por transferencias de Nación. En el siguiente cuadro, una excelente radiografía de los gobernadores justicialistas, realizada por Matías Mowszet, señalando posturas y acciones como oposición a Milei.
La figura de Axel resultaba apática para la mayoría de los peronistas, no es un gran orador, no tiene un relato épico, no confronta con un estilo picante como otras figuras. No seduce. Sin embargo, la extensiva presión a la que se lo sometió, llegando a ser acusado de traidor por la mismísima Cristina, lo coloca en un lugar privilegiado para liderar todo eso que es peronista, nacional y popular pero que se encuentra saturado del liderazgo de Fernández.
La estrategia del despegue de Axel está legitimada por la propia actuación que tuvo el cristinismo durante el Frente de Todos, cuando, disconforme con el acuerdo del FMI, rompió el bloque parlamentario. Hacer rancho aparte permite controlar daños y evitar que una figura en declive, con alta imagen negativa, decline otros liderazgos, el del Alberto antes, el de Cristina ahora.
Los Poncio Pilatos
“No debe haber más lugar para traidores”. Ese es el argumento más potente que impulsa la candidatura de Cristina. Es decir, no hay más lugar para otros o no hay que ceder más los lugares importantes a otros. Tenemos que hacernos cargo nosotros. Siguiendo el razonamiento, la experiencia demuestra que las delegaciones también fueron traumáticas, las de las designaciones de Alberto, de Scioli y de… ¿Massa? Poco se sabe del ex intendente de Tigre y pese a su floja gestión a cargo de economía, poco se lo nombra. Quizás porque le salvó el arrojo a gran parte del peronismo con su 37% en primera vuelta. Pero señalar esas experiencias evidencia dos o tres errores que atentan contra el autorretrato de la Cristina proveedora y estratega infalible.
Además, la división injusta entre traidores y leales, trae aparentado otro problema. Cualquier llamado a la unidad que no se decante ni por el uno ni por la otra, ni por Cristina ni por Quintela, tal como hizo Axel, será entonces un rechazo abierto al liderazgo propuesto por CFK y debilitará más aún la posición de la platense.
El kirchnerismo tiene tantos enemigos que ya no los puede contar y entre uno de ellos, histórico, aunque con vaivenes, la CGT, también se vislumbra un conflicto. Los gremialistas estuvieron presentes en el acto por el Día de la Lealtad en Berisso, un guiño no definitivo pero significativo que alimenta la teoría de un cristinismo aislado, con una figura de relevancia histórica a la altura de alguien dos veces electa presidenta, pero rodeada, solamente, por cuadros con pocos logros en su haber y que poco mérito propio han demostrado hasta la actualidad más que el de estar y acompañar.