¡Penaaaal!, es el grito que más de una vez se escucha desde las tribunas de los estadios, en los bares y en los hogares en donde el fútbol se hace presente cuando una jugada en el área deja dudas para “la popular”.
En ese momento el foco estaba puesto en el árbitro y las armas estaban del lado de las cámaras de televisión que repitiendo varias veces la jugada, nos daban una idea de si esa jugada era penal o no.
Hasta hace unos años, solo las cámaras (en diferido), mostraban o juzgaban el desempeño de un referí ante un fallo determinado. Sin embargo, la tecnología fue avanzando silenciosamente y de repente la sigla VAR comenzó a aparecer en escena como la posibilidad de brindar mayor justicia a los fallos arbitrales que podían perjudicar el desarrollo de un partido. Ante esa premisa, fueron muy pocos los que objetaron la llegada de la tecnología al fútbol profesional.
Sin embargo, a juzgar por el uso que el mismo ha tenido en el fútbol argentino, el sistema de cámaras en vivo trajo muchas polémicas y la sensación es que esa sed de justicia parecía que finalmente no iba a llegar, ya que el ojo final siempre era del hombre… hasta que llegó el mundial 2022.
A todos los curiosos e hinchas que observaban el debut de Ecuador ante Qatar les pasó lo mismo. A poco de comenzar el partido, llega una jugada que termina en el primer gol del equipo sudamericano, el cual finalmente fue anulado por offside. Prácticamente para todos los que mirábamos la televisión apareció la sorpresa, por las formas, como cuando nos muestran una nueva función que tiene un celular que hasta ese momento desconocíamos; así fue nuestra cara cuando vimos que el referí simplemente se queda escuchando su auricular unos segundos posteriores al gol, para luego seña mediante, informar que anulaba el gol por offside y daba saque de arco. El Tribunal Supremo del VAR irrumpía por primera vez en escena mientras nosotros nos preguntábamos por la repetición de la jugada. ¿Ni siquiera fu a mirarlo? ¿Tan rotundo fue el fuera de juego?, las preguntas se sucedían mientras esperábamos una repetición que nunca llegaba (lo que si llegaban eran los memes y a montones).
Sin embargo, minutos después una repetición digitalizada de la jugada en cuestión confirmaba la posición adelantada del jugador por una parte de su cuerpo en offside… y fin de la historia, no hubo discusión, no hubo queja, no hubo polémica. El VAR cual Gran Hermano de repente habló y todo se hizo a su manera. Más tarde llegaron los penales que solamente el VAR pudo ver, antes de que ningún ser humano dentro de la cancha siquiera pudiera percatarse de dicha posibilidad. De repente esos penales que cobraba “el dueño de la pelota” en el potrero, se convertían en realidad gracias al Juez Supremo y a su carta magna digitalizada.
El fin de una era de potrero era marcaba ante nuestros ojos con el comienzo de la dictadura del VAR que para colmo llegaba como un cimbronazo para los argentinos, que celebraron primero uno de esos penales que solo el dispositivo tecnológico decide cobrar (que Messi transformó en gol), para luego sufrir la anulación de tres goles por fuera de juego de un brazo, un hombro u otra parte del cuerpo de Messi o Lautaro Martínez.
En el potrero esto no pasaba, en los torneos anteriores tampoco y para los argentinos más analógicos que miraron el partido con esperanza y lo terminaron con desazón, en la vida cotidiana tampoco pasan estas cosas. Este martes los argentinos vivieron en carne propia el nuevo fútbol al que de tanto chip, en breve pueda quizás llamársele Fútbol 4.0. De a poco los ojos como ocurre siempre en estas cosas del progreso se irán acostumbrando y sin lugar a dudas, muchos dirán que “todo tiempo pasado fue mejor”, en donde para gritar los goles y abrazarse, no había que esperar unos minutos para ver si al Gran Hermano le parecía correcta la jugada según sus parámetros de ceros y unos.