Hace unos años el ex Intendente de Rosario y Gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, remarcaba a diestra y siniestra que desde los medios nacionales estigmatizaban en términos de inseguridad a la Provincia y específicamente a la Ciudad, asegurando que en realidad el problema era nacional. Ya no es estigma.
Desde algunos sectores de la sociedad civil en esos momentos empezaban a aparecer los primeros señalamientos políticos al Gobierno del Frente Progresista que sin lugar a dudas había enamorado a una generación entera con sus gestiones políticas, especialmente las llevadas adelante en términos culturales y de urbanismo. El cartel de “la mejor ciudad para vivir” inflaba el pecho de los habitantes de una Rosario que sentía que esa leyenda les hacía justicia a las sensaciones de vivir en este suelo.
Sin embargo, los robos, y las crónicas policiales empezaron a hacerse cada vez más periódicos y palabras como entraderas, salideras, escruches o narcotráfico empezaron a volverse cada vez más comunes en la cotidianeidad de la ciudad. Del mismo modo empezaba a crecer la sensación de que en materia de Seguridad, a diferencia de las otras carteras. no tenía un camino marcado y entre otras cosas, los ministros elegidos no parecían estar a la altura de lo que se venía gestando en términos de violencia e inseguridad. La desconexión con el Gobierno Nacional sumaba varios puntos negativos a este panorama.
En el año 2013 el domicilio del entonces gobernador de Santa Fe Antonio Bonfatti conmocionaba a la opinión pública y empezaba a mostrar que “del otro lado” comenzaban a perderle el respeto a alas instituciones de la sociedad civil. De la mano de la pérdida de ese respeto, palabras como sicarios y balaceras se fueron naturalizando cada vez más: los mensajes en Rosario se entregaban a balazos en el frente de los domicilios.
Un breve romance entre la intendenta Mónica Fein y el entonces secretario de Seguridad Sergio Berni generó el ansiado arribo de Gendarmería a la ciudad en 2014 para llevar algo de paz a la violencia que comenzaba a ganar cada vez más terreno. Sin embargo esa llegada no estuvo acompañada de un verdadero plan de trabajo, una continuidad de acciones en el territorio y las cosas siguieron complicándose cada vez más.
Ahora las charlas en los bares y en los hogares comenzaban cada vez más a hablar de inseguridad en carne propia. Por primera vez en muchos años, los rosarinos empezaban a tener un poco de miedo de esa “ciudad más linda para vivir”.
Entre acusaciones cruzadas de estigmatización o falta de ayuda, los hechos de violencia seguían multiplicándose y los búnkers, los crímenes sangrientos, los autos incendiados seguían apareciendo. Los discursos políticos mientras tanto, seguían planteando que “la culpa la tiene el otro” como el monólogo de Tato Bores. En ese momento en las mesas familiares, de amigos y en las charlas ocasionales, el tema de la inseguridad se hablaba cada vez con más frecuencia, pero aún todo parecía parte de un relato en tercera persona; la inseguridad estaba presente pero las cosas le pasaban “a un amigo de un amigo”, “a un vecino de alguien”.
Los años fueron avanzando, y los cambios de Gobierno también y ni la sintonía entre el ex ministro Pullaro con la ex ministra Bullrich, ni el color político compartido finalmente entre Nación y Provincia con Perotti y Fernández lograron bajar la violencia ligada al narcotráfico que día a día parece pisar con mayor fuerza en la ciudad de Rosario.
Las crónicas policiales de hoy amanecen con balaceras, amenazas a comerciantes por carta, por cartelito o con balas. Los robos “al paso” en moto se han vuelto parte cotidiana y por la noche más de uno piensa dos veces antes de salir a algún lado. Si hasta hubo balas para un local gastronómico a comedor lleno en plena avenida Pellegrini.
Es tan larga la crónica y tan sangrienta que duele solo contarla, más aún vivirla. Porque hoy las charlas sobre inseguridad en las mesas familiares hablan de cosas que pasaron en el propio seno de la familia, en la del vecino, en la de un amigo. Hoy las marchas de Rosario Sangra se llenan de carteles con seres queridos injustamente asesinados y a veces hasta acribillados.
Hoy las charlas en las mesas de Rosario llegan en muchos casos al peor lugar, ese que sueña con vivir más tranquilo, con poder salir a la calle sin miedo, con poder sacar el teléfono en la vía pública… en otra ciudad. Hoy muchos de los que vivimos en algún momento en “la mejor ciudad para vivir” pensamos en la posibilidad de salir de ella “para poder vivir mejor”. Hoy el ministro de Seguridad de la Nación dijo “ganaron ellos” (haciendo alusión al narcotráfico) y nosotros sinceramente, nos sentimos perdidos.