Uno de los mejores mensajes que me tocó leer a propósito del estreno de la serie de Fito fue “no me suelen gustar las biopic, porque no me engancho con esto de un actor haciendo de otro artista que conocemos desde siempre… sin embargo, apenas arranca la serie de Paez, en 3 minutos el flaco es Fito”.
Sin lugar a dudas Ivan Hochman logra una gran interpretación del músico rosarino a quien si bien solamente su entorno podrá juzgar fehacientemente, nos da la sensación de que tranquilamente Fito pudo haber sido así en sus comienzos, algo que se conjuga de manera armoniosa cuando aparece en escena Fabiana Cantilo, con la interpretación de Micaela Riera.
Sin lugar a dudas la serie funciona para contextualizarnos al rock nacional como emergente en plena dictadura militar, como rebeldía, como contestatario y como parte de una Cultura que encontró en esa movida la forma de sentar las bases de una incipiente Democracia, pero a su vez para realizar un homenaje a la música y a esos artistas que respiran compases a cada paso que dan.
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Escenas como la de Rodolfo Páez padre diciendo que quiere que el hijo no estudie música, sino “UNA CARRERA”, con mayúsculas nos trajo a la memoria a muchos las luchas familiares que se generaban cuando los menores empezaban a crecer y empezaba a sonar un posible futuro musical.
Las noches de bares y escenarios en donde suenan Los Twist, Virus o la propia Trova Rosarina, nos trae a los que peinamos las primeras canas, algunos recuerdos de una rosarino que latía a ese mismo ritmo en los primeros años de democracia, en donde la ciudad se apoderaba del rock en las calles, y en muchas esquinas del centro de la ciudad, había alguna banda que invitaba a escuchar su repertorio, su zapada y más de una vez el público terminaba subiendo al escenario porque era una movida cultural que arrasaba. “El rock es a la noche, a la mañana solo están los coros de la Iglesia” dice un Fito adolescente que empieza a imponer en su casa, que su destino será musical o no será nada.
El momento de celebrar a la música y a los artistas de tiempo completo que se rebanan los sesos tratando de encontrar el acorde exacto, la melodía perfecta; se retrata mágicamente cuando Fito, escucha el casette de “ojos de videotape” y no logra encontrar la nota en la que está grabada la cinta. Se frustra, se enoja, no logra entender como puede pasarle esto, y termina llamando a Tweety González para preguntarle “como carajo está grabado esto”. La llamada sale desde un teléfono público y el grabador hace llegar mágicamente la melodía al productor, que cuando engancha el truco se sonríe pensando una vez más en la grandeza de Charly y la forma en la que había grabado esa introducción de teclados.
La serie funciona con algunas complicaciones lógicas a la hora de retratar los comienzos de las historias musicales y de amor que vinculan a la vida de Fito Paez y desembocan en la creación del disco más vendido de la historia del rock nacional.