Argentina tuvo este domingo 1 de octubre el primer debate presidencial de los dos que exige una ley nacional entre los cinco candidatos (Javier Milei, Sergio Massa, Patricia Bullrich, Juan Schiaretti y Myriam Bregman) que surgieron en las internas (PASO), en un escenario de extrema paridad entre tres de ellos de cara a las elecciones del 22 de octubre. Este se desarrolló en Santiago del Estero.
El primer objetivo del debate presidencial está cumplido para los cinco candidatos: ninguno cometió un traspié que lo deje fuera de carrera. Esa es la máxima que todos los especialistas advierten en los eventos de este tipo. No importa tanto quien gana, sino quien pierde.
Y la noche santiagueña dejó a algunos un poco más conformes que otros, pero ninguno quedó, en términos futboleros, en offside. Cada uno salió a jugar su partido con un libreto del cual no se movieron y se plantaron en una zona de confort desde la que se tiraron con dardos cruzados y respondieron lo que quisieron.
Javier Milei tenía mucho para demostrar. Después de ser la revelación de las PASO, quedó en el centro de la escena política. Y con su centralidad en el debate presidencial no desentonó. Hizo eje en su discurso anti casta, se mostró como lo nuevo y planteó que el futuro es liberal. Su gran logro fue no sucumbir y perder el control, que era el gran objetivo de sus rivales. Querían hacerlo enojar y no pudieron.
Tuvo sus tropezones, que no fueron caídas. Le tiraron con Luis Barrionuevo, y se hizo cargo. Lo dejaron mal parado con los vouchers educativos. Y le recordaron sus críticas al Papa, donde ahora dice que ya pidió disculpas.
Sergio Massa tenía mucho para perder y salió vivo. Logró mostrarse sereno ante los embates y marcar contradicciones de sus rivales. Apuntó a Milei por lo del Papa y por el plan de dolarización, y a Patricia Bullrich por la gestión de Mauricio Macri e incluso con la rebaja del 13% a los jubilados en tiempos de la Alianza. Se diferenció del gobierno de Alberto Fernández (“será mi gobierno”) y tildó de “criminal” el acuerdo con el FMI.
Tuvo sus tropezones, que no fueron caídas. Le tiraron con su rol como ministro de Economía con una inflación de tres cifras y pobreza del 40%, con las medidas del “plan platita” y el impacto fiscal que tendrá, y con su vínculo con Martín Insaurralde en medio del escándalo por el viaje del lomense al Mediterráneo.
Patricia Bullrich salió a disparar tanto contra Massa como contra Milei. Era su oportunidad para terciar en esa pelea y salir fortalecida. No lo supo aprovechar al máximo y dejó en claro que la oratoria no es su fuerte. Pero se intentó mostrar genuina y destacando las claves de su campaña: un liderazgo con coraje y el apoyo de un equipo como el de Juntos por el Cambio que llegaría al poder con mucha más fuerza política que en 2015. Le achacó a Massa su fracaso como ministro y su relación con Insaurralde (“¿querés una ley penal? Ahí tenés a Insaurralde, andá a buscarlo”) y a Milei le pegó con su vínculo con Barrionuevo y lo acusó de no conocer la Argentina con su propuesta de los vóuchers. Se defendió también de Myriam Bregman con otras de sus zonas de confort: su accionar en el caso Maldonado.
Tuvo sus tropezones, que no fueron caídas. Le pidieron precisiones en materia económica sobre las que no quiso profundizar, la acusaron de ser casta y le recordaron sus pasado con la Alianza.
Bregman y Juan Schiaretti, en tanto, buscaron aprovechar sus minutos de protagonismo en una carrera electoral que los tiene como actores secundarios. La candidata del FIT mostró una buena preparación para sumar tener momentos de alto impacto, mientras que el gobernador de Córdoba buscó sacar ventaja con un discurso federal.
Lo más importante, que demuestra que no se terminaron de sacar ventajas: cada equipo ya tiene videos para intentar viralizar. Tanto para destacar aciertos propios como para machacar lo que consideran que fueron debilidades ajenas. En una semana, tendrán el segundo round del debate presidencial y deberán disparar munición más gruesa para romper el marcador.