Este miércoles comenzaron en el Vaticano los actos oficiales de despedida al papa Francisco, cuyo fallecimiento el pasado lunes a los 88 años conmovió al mundo entero. El féretro del pontífice fue trasladado desde la residencia de Casa Santa Marta hasta la Basílica de San Pedro, donde permanecerá durante tres jornadas para que fieles y autoridades puedan rendirle tributo.
La ceremonia de apertura fue encabezada por el cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo de la Iglesia, quien dirigió la oración inicial antes de que comenzara la procesión fúnebre. El cortejo avanzó por lugares emblemáticos del Vaticano, como la Plaza de Santa Marta y la Plaza de los Protomártires Romanos, hasta llegar al corazón de la Ciudad del Vaticano.
El ingreso del féretro a la Basílica se realizó por la puerta principal, acompañado por una nutrida representación del clero: cardenales, patriarcas, arzobispos, obispos y miembros de la Capilla Pontificia, todos revestidos con sus hábitos ceremoniales. La solemnidad del acto reflejó el profundo respeto hacia la figura de Francisco, considerado uno de los líderes más carismáticos y transformadores de la Iglesia contemporánea.
El cuerpo del pontífice fue ubicado en el Altar de la Confesión, bajo el icónico baldaquino diseñado por Gian Lorenzo Bernini, un lugar cargado de simbolismo dentro del templo. Allí se dio inicio a la Liturgia de la Palabra, que marcó formalmente el comienzo de los homenajes públicos.
Durante el miércoles y el jueves, la Basílica permanecerá abierta hasta la medianoche, permitiendo que miles de fieles puedan acercarse a despedirse de quien lideró la Iglesia Católica durante una década signada por gestos de humildad, apertura y compromiso con los más necesitados.
El viernes culminarán los actos con el funeral, que contará con la presencia de jefes de Estado, dignatarios internacionales y representantes de diversas religiones. Será el último acto en honor a un papa que supo marcar una época, no solo por sus decisiones pastorales, sino también por su cercanía con la gente y su firme defensa de los valores humanos y sociales.
Con estas ceremonias, el Vaticano se viste de luto, pero también de gratitud por una figura que deja una impronta imborrable en la historia reciente del catolicismo.