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Política

Naciomalismo

El nacionalismo busca su lugar en Argentina impulsado por Victoria Villarruel aunque no supere la llanura del chauvinismo de siempre.

Escándalete con Francia

La nueva conquista de América por parte del seleccionado nacional de fútbol no pudo ser capitalizada por el Gobierno. Existe la creencia de que los éxitos deportivos permiten a los ejecutivos de turno ejecutar maniobras pasando desapercibidos, ya que la atención pública se encuentra en otro lado. Las últimas experiencias desmienten la creencia. El Gobierno de Fernández salió con saldo negativo luego del Campeonato Mundial ya que los jugadores eligieron no visitar la Rosada. Impedidos o no por la cantidad de gente que había en la calle, no se sabe, no lo hicieron al igual que en 2021 con la primera de las Copas América. En un acto de coherencia, supongamos, tampoco visitaron a Milei el pasado lunes. La negativa no fue de suma trascendencia, en parte gracias a la viveza del Gobierno nacional en no prenderse a una discusión perdida de antemano contra un grupo de jugadores campeones de todo y amados por todos los argentinos. Sin embargo, sí hubo una granada, o varias, sobre la que se arrojaron.



Escuchen, corran la bola

Los jugadores tuvieron un gesto poco feliz. En el marco de la excitación campeona, cantaron la famosa canción racista y transfóbica contra la selección francesa. Los franceses lo registraron y comenzó el revuelo. Enzo Fernández quedó en el centro de la escena por ser quien estaba transmitiendo ese momento. Rápidamente se disculpó pero, como era de esperar, la cosa no quedó ahí.

Las disculpas de Enzo

Previo a eso, Julio Garro, Subsecretario de deportes, señaló en una entrevista que Messi debería pedir perdón. Luego intentó desmentirse a través de X. Creo que todos coincidirán en que la posverdad tiene sus límites. El Gobierno, sobreactuando la bancada a la Selección, lo echa señalando que nadie debe decirle a los campeones qué deben hacer. Una lectura por demás infantil y twittera. El mismo Gobierno que estuvo discutiendo un mes con una cantante pop, hiper exitosa, reconocida y querida en Argentina y el mundo (salvando las enormes distancias entre Lali Espósito y Messi), porque se pronunció en contra del presidente muy tibiamente, en el buen sentido de tibio.


Es difícil sortear el cerco infantil y dicotómico en el que se plantean la mayoría de las discusiones en este Gobierno. La intelectualidad, desde el altar moral, por izquierda o por derecha, apelando a valores populares o clasistas, siempre ha emitido sus juicios, como demandas, sobre el accionar de los deportistas fuera de la cancha. En los tiempos de la grieta, se le sumó a esta expectativa, una nueva demanda social que es que los atletas deben, no solo competir y representar al país ante el mundo sino también emitir posicionamientos sobre lo que sucede con la política nacional, para consagrarse como ídolos populares. Poco tienen para ganar quienes se posicionen políticamente en una sociedad hiperpolarizada, la mayoría de las veces reciben la cancelación de un 30 o 40% de la población que está radicalmente opuesta a quien ha defendido la figura en cuestión. Como ejemplo véase lo que pasó con el caso anteriormente citado: Lali Espósito.

La respuesta a ese planteo siempre viene del palo de “quién no ganó una Copa del Mundo no puede pedirle nada a quién sí lo hizo”, llanísimo y absurdo. Un gran campeón no está por encima del resto pero tampoco le debe nada a nadie. Es un emblema del país por lo que significa para los argentinos ver su bandera siendo representada en el mundo. Quizás por todo lo que se los estima y el momento actual de vacío de referentes, de toda índole, se carguen sobre ellos demandas desmedidas.

Nacionalismo de cabotaje

Subida a la nacionaleta, si se permite y se perdona la expresión, Villarruel salió a llevar agua para su molino. Realizó un posteo denunciando al colonialismo, bancando a Enzo, que ya se había disculpado y a Messi, que no opinó al respecto. Además, habló de las “verdades (de la canción) que no se quieren admitir”… De esta forma, Villarruel no sólo aprovechó una vacante en el discurso público, el nacionalismo de cabotaje, copia barata del europeo, también se despegó del Gobierno Nacional contradiciendo al despedido Garro.

El tweet de Villarruel

Esta vez se evitó la confrontación contra la potencia europea. Karina salió corriendo a la embajada y pidió perdón. Milei, Javier, reconoció que a los franceses no le había caído muy bien y que el Tweet había sido “poco feliz”. No son novedad los cortocircuitos entre el presidente y la vice.

Es discutible que Argentina no haya tenido ciudadanos de segunda a lo largo de su historia o que no le haya impuesto sus formas de vida a otros. Sin embargo es cierto que los procesos de conquista de territorio, avanzando sobre los pueblos originarios, durante el siglo XIX, no responden a la misma lógica colonial que países como Francia o Inglaterra ejercieron sobre África más de la mitad del S. XX y que sostienen hasta la actualidad con mecanismos de dependencia económica. Las denuncias de racismo del “primer mundo”, muchas provenientes de Estados Unidos, país que no permitió a los negros sentarse en los mismos asientos de colectivo que los blancos hasta los años cincuenta, por ejemplo, obturan la posibilidad de que Argentina piense el racismo y la segregación en sus propios términos. Desde un punto de vista “objetivo” no han existido leyes de segregación inmigratoria o racial, de hecho el país fomentó históricamente la acogida de inmigrantes aunque no por esto no se excluya o se resienta la participación de estos en la sociedad. Tampoco existió ni existe en el país una obsesión con la raza como sucede en los países colonizados por Gran Bretaña. Estas respuestas, si bien verdaderas y fundadas, reafirman una negación de la cuestión racista. A la vez, tampoco ayuda que la defensa de los discriminados emerja solamente en su faceta de cultura de la cancelación. Hay que separar disputa por el sentido común o reivindicación de colectivos de la alcahuetería.

El discurso de la vicepresidenta hace mella en un vacío político local y se emparenta con un fenómeno internacional que rebota en todo el mundo. En el plano doméstico, la cuestión más nacionalista siempre se alojó en el seno del peronismo. No por eso otros partidos abandonaron su carácter antiimperialista, fue el radicalismo el que impidió a Perón avanzar con acuerdos con capital extranjero para la explotación de recursos en Argentina durante los años cincuenta. Desde tiempos de Braden o Perón, el antiperonismo no pudo interpretar con éxito la cuestión nacional. En los sucesivos golpes de estado del 55 al 76, las Fuerzas Armadas apelaron a los símbolos patrios, lo que invirtió de alguna forma el panorama en relación a esta cuestión. Sin embargo, las políticas de apertura indiscriminada de la economía que repercutieron en un gran daño para las Industria y el trabajo nacional, le valieron a las FF.AA el mote de entreguistas. Llegada la democracia, las causas nacionales, Malvinas por ejemplo, supusieron un problema espinoso a la hora de abordarse por incluirse en ellas la cuestión militar o dictatorial.

En lo internacional, la emergencia de Trump inauguró un nuevo período de nacionalismos de derecha en el hemisferio norte, primero, con causas como el Brexit o exponentes como Le Pen en Francia o Giorgia Meloni en Italia. Pero la agenda europea de derecha, antiglobalización, impulsora de políticas antiinmigratorias, con mayores cuestionamientos al feminismo o al movimiento LGBT, poco puede asimilarse desde el cono sur. Argentina, al menos, no cuenta con problemas de inmigración severos. Según datos del Banco Mundial, en 2011, la Argentina se encontraba en el puesto 187 empezando por los países que mayor densidad tienen, en una lista de 212 países. Ciudadanos faltan, no sobran.

Estos dos factores impiden que en Argentina cobre popularidad ese discurso importado. Pero Villarruel aún así lo intenta porque desde hace al menos diez años ha faltado una prédica de lo nacional que piense qué lugar debe ocupar argentina en el mundo, qué hacer con los territorios en disputa (la Antártida o Malvinas) con sus recursos, qué alianzas son convenientes, qué estrategia de desarrollo es pertinente. Mientras Milei viaja por el mundo representándose a él y a las ideas de la libertad, la vice capitaliza “lo argentino”. En eso reside la potencialidad de la figura de Villarruel y el miedo de los sectores progresistas que han perdido el norte en torno a esta cuestión.

Entre pensar el rol de Argentina en el mundo, querer fortalecer la industria o la moneda nacional y querer expulsar inmigrantes, hay un abismo. No son sinónimos. Sirve de ejemplo el caso de Lula en Brasil. Un gobierno no restrictivo de las libertades individuales pero que a la vez explota su rol como líder regional, asociándose con los líderes emergentes que conforman el BRICS+.

El chauvinismo berreta no es nacionalismo. 

La campaña de Sergio Massa se sintetizó en la frase “Defendamos la patria”. Los colores celeste y blanco en la boleta evocaban más argentinidad que el violeta que se encontraba en la de Milei. Lo que el electorado no perdonó a UxP fue que, en nombre de la patria, se deterioraban la moneda nacional, los salarios de los argentinos, los servicios públicos en muchísimos casos y las oportunidades de desarrollo para la ciudadanía. Defender la Argentina no es hacer chauvinismo berreta pero tampoco puede reducirse a defender la causa Malvinas ante la ONU. El espíritu nacionalista, al menos, debe conjugar la defensa afuera, reclamando el lugar de Argentina en el Mundo, y adentro, garantizando oportunidades para los argentinos. Se dice muy fácil en un país muy difícil pero el decir no deja de ser el primer paso.

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