Política

No te cases ni te embarques

Macri vuelve a la escena para reclamar los derechos de autor de las reformas que Milei lleva adelante con más osadía de la que el PRO se permitió en su momento. ¿Qué tiene para ofrecerle el tandilense a los argentinos si permanece separado de La Libertad Avanza?

Macri asegura que nadie se casa en el siglo XXI sin antes conocerse y convivir, autoparafraseándose, y deja claro que el PRO y La Libertad Avanza no se van a fusionar, al menos por ahora.

El tandilense volvió a la carga con estilo renovado: entrada con música de AC/DC, griterío para marcar énfasis y bromas sobre sí mismo y sus “viejos meados”. Reasumió la presidencia del PRO y clamó por un lugar para el partido en la política nacional y en el Gobierno.

La solicitud sobre lo segundo queda clara. Pretende para el partido amarillo mayores cargos en el Gabinete nacional o al menos una mayor injerencia en la toma de decisiones. Los cambiemitas que ocupan filas bajo las órdenes de Milei, los ministros Bullrich y Caputo, negociaron su incorporación por fuera de la orgánica PRO. Es entendible que a Macri le sepa a poco luego del famoso “Acuerdo de Acasusso”, donde Milei, Bullrich y Macri acordaron la unidad tras confirmarse el balotaje del año pasado.

Macri el tiempista

Pero en torno a lo primero, no queda del todo claro. Desde que asumió Javier Milei como presidente, Macri ha limitado sus apariciones públicas y declaraciones. El día después del balotaje, en TN, tuvo su famosa declaración sobre los “orcos” y el enfrentamiento que debían hacerle a estos los jóvenes, como defensa al Gobierno, abogando por una mayor movilización. Lo que pedía Macri todavía no ha sucedido de forma significativa. Luego tuvo declaraciones acerca de temas puntuales. Cuando se cayó la Ley Ómnibus, destacó el apoyo de los legisladores del PRO a la iniciativa. Cuando la Ley Bases corría peligro y gran parte de su articulado se caía por falta de acuerdo, expresó que era de suma urgencia que se aprobara el RIGI. Más adelante, se declaró en favor de que el Gobierno Nacional acate la resolución de la Corte Suprema y entregue a la Capital Federal los fondos coparticipables que le correspondían, en un tono tranquilo, sin marcarse dentro de la oposición.

La situación del ex presidente ya no es la misma. Cuando el Gobierno tambaleaba, o, al menos, cuando desde afuera se percibía que era así, supuestas versiones de que Macri calentaba en el banco de suplentes para entrar con su gente en el Gabinete veían la luz. Y era lógico suponer que un Milei débil, sin logros significativos, necesitaría apoyarse en aliados. Las especulaciones sobre la supuesta fusión crecían. Luego, Macri se hizo a un lado y vio cómo Milei sorteaba sus adversidades, como el escándalo de alimentos, la traba a la Ley de Bases o la reciente subida del dólar.

Un oficialista disidente

Macri reapareció para apoyar el rumbo económico con algunos peros. Asumiendo, en parte, su derrota, viendo que Milei puede más solo que mal acompañado, reclamó los derechos del autor por el programa del Gobierno. Digamos, cuando Mauricio reafirma que hay que avanzar en privatizaciones de empresas públicas deficitarias, valora el ajuste o sostiene que hay que mantener superávit fiscal de calidad, pone de manifiesto que él y su llegada a la presidencia habilitaron esas discusiones en la Argentina, luego de que el kirchnerismo obturara por años la posibilidad de siquiera considerar ese tipo de reformas. La derecha, con el macrismo, obtuvo una legitimación democrática e institucional de las políticas públicas que antes había impulsado a fuerza de golpes de estado.

Con el “ajuste más grande de la historia de la humanidad” y la extrema polarización marchando sobre ruedas, Macri lamenta haber apostado por una moderación que igualmente tuvo su grado de aceleración. Pero Argentina no es SADAIC y no rinde cuentas por derechos de legitimación primaria.

En un juego imaginario donde se divide el tablero político argentina a groso modo encontramos: al peronismo y aliados como oposición, dura por un lado (kirchnerismo) y dialoguista por el otro (PJ no K o del interior); al centrao argento (pichettismo y cambiemitas disidentes) como fuerza más dispuesta a concesiones; y al oficialismo (libertarios y macristas). En este último grupo, la primera marca está agotada y se aguarda que reponga stock. Fue Milei con su partido el que consiguió ingresar al balotaje dejando tercero al tándem Patricia Bullrich-Horacio Rodríguez Larreta. Puede interpretarse que la inédita sinceridad del discurso libertario haya seducido más al electorado que el clásico engatusamiento de promesas vacías de los partidos tradicionales.

NO SE INUNDA MÁS

En un contexto de polarización, que no permite considerar posible un apaciguamiento, es difícil imaginar en 2025 a un electorado eligiendo al plan B, Juntos por el Cambio o lo que quede de él, por sobre el Plan A, mileísmo, que de momento sortea obstáculos, asume los costos del ajuste y lidera las reformas.

¿Qué tendría para ofrecer un macrismo no fusionado con LLA? Acorde a sus reivindicaciones históricas, mayor grado de republicanismo y mejor manejo de la política exterior. Cuando el PRO estuvo en el poder, mantuvo una relación pragmática con Estados Unidos, China y la región, a diferencia del Milei confrontativo y peleón con los supuestos socialismos del mundo que incluyen desde un socialdemócrata como Pedro Sánchez hasta un autócrata como Xi Jinping.

Podría pensarse que Macri es la cara digna, pulcra y presentable de la derecha, contrapuesta a la “cachivachería” mileísta. A simple vista, pareciera que no hay grandes diferencias, en torno a lo económico no hay mayores discrepancias y ambas partes son proclives a una economía de mercado con menor incidencia del Estado. Pero cabe preguntarse si alguna vez el carácter republicano o la moderación diplomática de algún candidato ganaron una elección. No hace falta ser politólogo para deducir que no. Estas semblanzas del PRO a lo sumo pueden resultarle atractivas a un empresariado o a una comunidad internacional que lejos están de incidir en el llano de la política nacional y se limitan a observar lo que sucede con el experimento libertario.

Pero si hacemos foco en el rol estatal, se pone de manifiesto una diferencia notable, que si podría seducir electorados. Retomando su estilo gritón de la campaña del 2019, Macri repitió en La Boca su famoso hit “NO SE INUNDA MÁS” y le sumó “CARAJO”, haciendo un guiñapo a la frase de Milei. Es imposible no considerar que ese no se inunda más alude a la obra pública. La primera vez que se mencionó, referenciaba las obras que su Gobierno había realizado para que un barrio dejé de padecer la fuerte caída de precipitaciones. Si a esto le sumamos que explícitamente pidió al oficialismo que avance con licitaciones como la de la Hidrovía, no quedan dudas.

No deja de resultar llamativo el vuelco de la historia argentina. Ahora el macrismo revee su postura de reducción del Estado y piensa en las implicancias y los límites, mientras que el kirchnerismo se replantea que quizás no toda gestión estatal sea eficiente.

Pero más allá de los encantamientos electorales, Macri deberá sortear un frente interno contra una Bullrich que ya lo ha desafiado. La Ministra de Seguridad aseguró que las internas se definen en elecciones, tal como ella hizo contra Larreta, y, en definitiva, también deja entrever que, por ser vencedora en esa interna, posee la representación del PRO. En este juego de espejos entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner, se puede plantear lo mismo, pero del otro lado. CFK pretende ocupar la centralidad del peronismo, opacando al líder más votado el año pasado, Axel Kicillof. Pero con centralidad o no, con legitimidad o no, razonable por tratarse de dos grandes ex presidentes, la irrupción de Milei obliga a reconfigurar la seducción de los electorados por encima de las internas y las roscas. Las legislativas del 2025 serán las elecciones más trascendentales en muchísimo tiempo ya que, consumados dos años de experimento liberal libertario, los argentinos podrán confirmar o poner un freno a algo mucho más grande que un rumbo de reformas de mercado. La alternativa a ese nuevo rumbo que gobierna hoy no puede sonar a pasado. Tampoco puede ser ni mero rechazo, ni apoyo con matices. El desafío de la oposición radica en sintonizarse con las necesidades y demandas de las generaciones presentes y futuras, señalarles un rumbo, prometerles algo, pero a sabiendas de que el universo de cancelaciones de tiempos pasados se superó o más bien se aceptó.

Por citar algunos ejemplos a groso modo: el asunto de los piquetes se creía insolucionable. Reprimirlos implicaba un costo tan alto como serles permisivos. El Gobierno de Milei se propuso enfrentarlos y sin una violencia feroz estabilizó la situación. Lo mismo se podría pensar del gasto público, del ajuste, del déficit, de tantísimas propuestas que eran mala palabra en el pasado y hoy son bandera de los libertarios.

Más allá de las opiniones personales sobre la legitimidad de los ejemplos planteados, el electorado reconoció a Milei la valentía por llevar a cabo soluciones por fuera de los límites autoimpuestos. Esta suposición nos permite pensar que las elecciones del año que viene obliguen al campo político a replantear estrategias, distintas a las del gobierno porque para eso son oposición, con audacia y coraje para seducir a una sociedad harta de espejos de colores y echadas de culpas al otro lado de la grieta.

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