Desde que Rosario empezó a mirar al río, las tierras que se encuentran a metros del Paraná son cada vez más cotizadas. La especulación inmobiliaria no cesa desde hace décadas, y las posibilidades de una familia de clase media de acceder a un balcón con vista al Delta son prácticamente remotas. Una de las opciones de los sectores populares de vivir la zona costera es pasear por alguno de los parques que tiene la ciudad, la otra es caminar por la Rambla Catalunya o, pagando algunos cientos de pesos, ingresar en la temporada de verano en el Balneario La Florida.
}Sin embargo, miles de rosarinos tienen el privilegio de poder afrontar las onerosas cuotas societarias de alguno de los clubes de la zona norte. Entidades deportivas que mayormente cobran suculentas tarifas de ingreso y, además, exigen un “aguinaldo” a los cautivos grupos familiares que disfrutan de sus instalaciones: parrilleros, solarios, gimnasios, piscinas y decenas de actividades son las que ofrecen los clubes de costa. Todo muy bonito, pero no barato. O por lo menos no para cualquiera.
Este cambio de fisonomía de la ciudad, sin darle la espalda al río, no terminó de saldar las deudas que justamente tienen muchos de estos clubes con la Municipalidad de Rosario. Una decena de ellos explotan tierras que pertenecen a los rosarinos y, si bien hubo dirigentes que alertaron de la situación, nunca el Departamento Ejecutivo llevó adelante un ordenamiento real que compense las ventajas que obtienen al explotar estos codiciados espacios de esparcimiento. Hace más de 10 años, desde la Secretaría de Planeamiento se anunció que se le exigirían obras y la apertura de balcones públicos al río a clubes como Amistad Marina, Círculo de Suboficiales del Ejército, Club de Velas, Náutico Avellaneda, Regatas, y otros tantos que todavía ocupan significativas franjas costeras. Poco fue lo que se logró, por ahora sólo disfrutan los que pueden pagar la cuota.
Lejos de poder reapropiarse de sus tierras, el municipio se contenta con cobrar un canon raquítico que muchas veces queda en veremos. Una mala costumbre que se propagó en los casi 80 clubes que todavía funcionan bajo este régimen a lo largo y lo ancho de la ciudad y que obscenamente se reitera en concesiones gastronómicas de alta gama. Pero una de estas entidades sociales y deportivas fue más allá. Hace poco más de un año, Remeros Alberdi pidió la sesión definitiva de las tierras en el día de su centenario: “La sesión de estos terrenos nos permitirá realizar obras que acompañan el progreso y la evolución social de nuestra institución. Contamos con un plan de obras para la zona de la costa que prevé la construcción de un embarcadero, una guardería de kayacs y botes y la construcción de una caleta que brinde seguridad a las embarcaciones atracadas”, reza el pedido de la institución.
Sin un argumento claro del por qué la sociedad rosarina le tiene que regalar los terrenos al club, el pedido se formalizó en un contexto de nuevas autoridades en la institución de la zona norte. Pero parece que los emprendedores dirigentes no darían puntada sin hilo y el título de propiedad no sería solo por la emocionada embriaguez de cumplir 100 años. Según versiones, la actual comisión directiva estaría intentando cobrar a los socios que poseen embarcaciones el espejo de agua que utilizan desde hace años. Se habla de un gran negociado de amarras, unos 200 mil pesos por la propiedad del espacio. Una ganga, según los que saben, para el jugoso lucro de la actividad náutica. Aunque lo barato para algunos sería caro para muchos, porque gran parte de los navegantes habrían puesto el grito en el cielo ante el intento del club de monetizar las aguas turbias del Paraná. Lo que resta saber es si la Municipalidad de Rosario va a seguir cercenando la posibilidad de acceder al río a la mayoría de la población, para que solamente algunos puedan seguir haciendo negocios.