La CGT paró por segunda vez durante el mandato de Javier Milei. Fue ineludible, copó la agenda, se diversificaron las voces, a favor y en contra. Los medios oficialistas pusieron a correr un contador de dinero perdido a causa del paro al mismo tiempo que daban lugar a las declaraciones de funcionarios, que hablaban del fracaso de la medida. Procedimiento un tanto incongruente. La cúpula de la CGT enfatizó en la contundencia del paro y advirtió que seguirá por el mismo camino si el Gobierno no se sienta a negociar.
¿WIN WIN?
Todos pueden decir que ganaron (algo). El Gobierno intentó instalar el clásico contra-relato de “hubo actividad comercial” o “la adhesión no fue significativa”. Sumado a esto, la narrativa de que el avance contra los privilegios genera resistencia y por eso las medidas, la polarización, lo clásico que viene proponiendo el Gobierno pero que no cala del todo y se diluye aún más. Tema a tratar más adelante. Lo cierto es que los bancos cerraron en todo el país, el transporte estuvo detenido casi por completo y las dependencias del Estado no abrieron. En tiempos de posverdad, circulan en simultáneo varias interpretaciones pero agotan su recorrido al toparse con la, aparente, vocación del Gobierno de mantener un canal abierto que propicie el diálogo con los sindicatos. Todo esto según trascendidos, tal como informó LN. La mesa de negociación indicaría que el Gobierno oyó el reclamo, al igual que lo hizo con la marcha universitaria. Reacomodamiento necesario.
Tope a la estrategia
La estrategia del Gobierno era clara de entrada: aumentar aún más la polarización, acusar a moderados de traidores o defensores de curros, incluso con agravios y amenazas personales para disciplinar, y avanzar a máxima velocidad en las reformas pro mercado. Ese primer accionar sirvió para sumar adhesiones y correr el foco de la discusión mientras se le hacían correcciones a la economía argentina, es decir, se licuaban los ingresos de la mayoría de la población y el Estado se retiraba de áreas esenciales para el cuidado de la población. Ejemplo de esto son los recortes en la ayuda alimentaria o la falta de provisión de repelentes.
La táctica encontró un tope (o varios). Del otro lado del Gobierno se encontraban, no uno sino muchísimos valores, organizaciones y, si se quiere, también algunas corporaciones, dispuestas a resistir. El movimiento obrero y la comunidad universitaria asomaron la cabeza y se movilizaron, en algo mucho más inmenso que una defensa corporativa, elevando el reclamo y los valores de gran parte de la sociedad argentina. Entre sus filas había votantes de Milei, tal como registraron diversos testimonios audiovisuales y tal como confiesan dirigentes sindicales. Las adhesiones se fragmentan. Los apoyos se licúan. Piedra libre para que entre en el juego la sociedad civil.
Seis meses de gobierno
Tras seis meses como presidente, la imágen de Milei no baja de 50 y pico de puntos, a pesar de que algunos le pronosticaban “crash” para marzo y “depresión” para mayo. Lo llamativo es que sus políticas no despiertan una adhesión significativa. Esto inaugura un nuevo paradigma superador de la polarización kirchnerismo-macrismo en el que la sociedad argentina tendrá un rol preponderante. El indicador máximo de una sociedad obrando por encima de las instituciones fue el resultado de las elecciones donde partidos, sindicatos, camaras empresariales, organizaciones varias, demostraron su oposición a la candidatura de Javier Milei y aún así este ganó con contundencia.
A la política, desgastada, en retroceso, deslegitimada, le toca hacer tarea fina con la sociedad civil. Atender demandas, escuchar, proponer novedad con creatividad.
El paro, la marcha, pueden ser palos que no traben sino que ayuden a girar a una rueda que articule desencantos. Pero la (re)construcción, dado el estado de la Argentina, y habiendo pasado por demasiados proyectos que fueron el rejunte de desencantados, deberá estar a la altura de las demandas futuras y no de los reproches pasados. A la oposición, le permitiría bloquear iniciativas del oficialismo, consolidando un núcleo duro. Al gobierno, le permitiría ganar aire para seguir avanzando en su modelo de país, mas definido que el de las gestiones anteriores. La cintura y el oído de la dirigencia política serán determinantes.
