Pasamos el mal trago periodístico de una mañana que arranca a toda violencia, nos buscamos un café para despabilarnos, se cruzan por la mente nuestros seres queridos, vemos una pavada en las redes sociales y seguimos adelante.
Naturalizamos cada episodio de violencia en Rosario, cada vez más rápidamente, mientras nos atrincheramos, aceleramos el paso y rogamos que la moto que acelera cerca nuestro, sea simplemente alguien que está apurado.
La ciudad fue perdiendo la noche y las libertades en manos de la inseguridad, y aunque esporádicamente tengamos algún evento masivo que nos da esperanza o nos demuestra que las ganas de salir de todos están intactas, vuelve a aparecer una ráfaga de balas en alguna primera plana y nos recuerda lo horrible que está la calle, en prácticamente cada barrio de Rosario.
¿Qué te pasa Rosario? Hace años su hijo pródigo Fito Páez la tildaba de ciudad de Pobres Corazones, quizás como un preámbulo de lo que se venía. En todas las conversaciones se habla de lo difícil, lo complicado y lo que ocurre en primera persona, las cosas ya no le pasan a otros ni muy lejos, pasan acá, a la vuelta de la esquina o en nuestra casa.
Hace unos años, aprendimos e incorporamos el término balacera, a nuestra vida cotidiana. Hace unos años empezamos a hablar de narcotráfico y de sicarios cada vez más y exactamente desde ese momento lo que para muchos fue un estigma, de a poco se fue convirtiendo en realidad. Basta con mirar una semana de noticias policiales de Rosario para preguntarse ¿Qué nos pasó? ¿Cómo puede ser que las balaceras, amenazas y los robos a mano armada nos pasaron a ser tan naturales como el Monumento?
Quizás lo peor de todo no sea el pensar “que nos pasó”, sino que lo más duro y lo que exporta rosarinos a otras ciudades, es que hoy está costando mucho ver una solución en el entramado de un espiral de violencia que no para de crecer.
Hoy hubo una balacera a una camioneta frente a un colegio a plena luz del día, con los chicos como testigos oculares de las peores imágenes posibles. Una película de terror que se complementa con una sátira, cuando se ve la lentitud con la que los delincuentes se retiran de a tres en una moto en una escena que parecería salir de “Los Tres Chiflados”. ¿La policía? ¿La persecución? ¿El aprovechamiento de la tecnología para lograr atraparlos? ¿La Justicia replanteando sus leyes para estar a la altura de las circunstancias? ¿Los tres poderes llamando a una emergencia para hablar del tema, pero para tomar cartas reales en el asunto?
La sensación es que todo eso pasa, la sensación es que nadie está a la altura, y la sensación es que el mundo vinculado al narcotráfico y al delito, notan esta incapacidad, y aprovechan para sacar sus réditos.
Se necesita de forma urgente un plan integral que permita, terminar con la presencia de balas, sicarios y narcos que dominen las calles y al mismo tiempo una gran cantidad de medidas que pongan freno a la economía del delito. Menos discursos y más acción, la realidad exige dejar de patear la pelota afuera.