Con la Ley Bases en el lomo, el Gobierno nacional reafirma el nuevo ciclo económico, político y social de la Argentina fijando como nuevo objetivo el levantamiento del cepo cambiario. Así lo anunció el viernes por la tarde la cartera económica. La meta es ambiciosa. Fue en 2011 que Cristina Kirchner implementó regulaciones cambiarias para evitar la salida de divisas extranjeras como respuesta al resurgimiento de un problema crónico para el país, la falta de dólares. Desde aquel entonces, se ha convertido en casi una política de estado. Macri asumió con la promesa de levantarlo y así lo hizo ni bien asumido. No fue operación, fue anestesia. El resultado fue pésimo y volvió al cepo tras la victoria de Alberto Fernández en 2019 y luego de que se esfumaran más de 45 mil millones de dólares prestados por el FMI.
La falta de dólares ha sido solucionada siempre a través de dos instrumentos políticos: toma de deuda o emisión monetaria para financiar el gasto del Estado. Los resultados de ambos están a la vista. No solo se deterioró la economía del país, también se mancharon dos herramientas legítimas del Estado para hacer frente a los contratiempos internos o externos, como sequías, crisis exógenas, pandemias, baja de precios internacionales de commodities, etc.
A tono con su segundo semestre, Milei va por el segundo objetivo en su hoja de ruta: la emisión cero, luego de lograr el primero, el déficit cero. La pregunta a la vista es sobre el costo de estos objetivos. A los ya planteados interrogantes “cuánto” va a costar y “quién” o “quiénes” lo van a pagar, se suma el “cómo” se va a implementar considerándo que existiendo una pobreza estimada sobre el 55%, el margen para el ajuste es escasísimo. Dejando de lado todo lo que ya implicó y está implicando el recorte a la fecha. El dato más brutal surgió del propio INDEC. El PBI argentino cayó 5,1% interanual en el primer trimestre y 2,6% con respecto al último trimestre de 2023. Se confirma así la recesión de la economía argentina, algo advertido a todas luces por todísimos los sectores.
Se evidencia una vez más la severa desconexión del Gobierno, y en especial del presidente, con la situación de la economía de los ciudadanos de a pié. Porque ya no se ensaya, como en diciembre, una suerte de responsabilización a la gestión anterior, con eufemismos como massazo, sino que el dato se omite mientras se busca ir festejando gestos del mercado, entrevistas de medios internacionales al presidente o distinciones truchas.
A la vez, tampoco el mercado reacciona como esperaba el Gobierno. Primero se acusó a la oposición por demorar la Ley Bases pero tras su sanción, si bien los bonos y acciones subieron, las inversiones esperan por una estabilidad mayor, reflejada en el desempeño económico durante el tercer trimestre. Se señala que los grandes inversores, que ya cuentan con su Régimen de incentivo, esperan el levantamiento del cepo para desembolsar los dólares en el país. El desafío del oficialismo consiste en, además de lograr el objetivo esperado por los actores externos, hacer tiempo hasta que esto suceda.
Las principales dificultades de ese tiempo van a tener que ver por “arriba” con los vencimientos de deuda estipulados para ese período, y por abajo con la recuperación económica y los derivados de esta.
El tan mentado “rebote en V” de la economía, esperado por Milei ya está descartado por los expertos económicos. La demora en la reactivación ocasionaría más despidos y mayor deterioro de la economía. A la vez la inflación, después de acumular una baja prolongada en el tiempo, de niveles cercanos al 20% en enero hasta el 4,2% en mayo, pareciera comenzar a estancarse en junio. La caída sostenida se ve amenazada en el corto plazo por el dólar. El blue cerró el viernes a 1365 (cercano al récord histórico) y aumenta la brecha a un 47% con respecto al oficial, lo cual acelera rumores de una nueva devaluación, aunque Caputo lo niegue reiteradamente y confie en que la baja de 10% del Impuesto País, que el propio Gobierno aumentó desinflará la cotización paralela.
El 2025 será, muy probablemente aunque en Argentina nada es seguro, mejor que el año corriente, así lo estipulan el FMI y el Gobierno. Pero en el mientras tanto, la imagen positiva de Milei se estancó y tiene altos niveles de rechazo, casi 50-50. Gran parte del optimismo de los positivos está cimentado sobre la promesa, cumplida hasta ahora, de la baja de la inflación. De detenerse esta marcha en descenso, el escenario será otro y habrá lugar para que jueguen las negras, la oposición deslegitimada. La casta de ayer corre con poca ventaja por cargar con el pasado a cuestas, solo una impecable gestión podría darles autoridad para cuestionar y mostrarse como alternativa. La casta por nacer deberá reinterpretar también la reconfiguración y asimilar qué cosas quiso cambiar el electorado en noviembre.