Al momento de su fallecimiento, el papa Francisco no tenía casa propia, ni autos, ni inversiones, ni cuenta bancaria. Su patrimonio personal se reducía a apenas 100 dólares. Así lo reveló el sitio Celebrity Net Worth, que destacó la coherencia del pontífice argentino con el estilo de vida austero que mantuvo hasta el final.
A diferencia de los obispos y otros miembros del clero, el Papa no cobra sueldo: su rol se considera un servicio espiritual que no tiene retribución económica. Por eso, todos sus gastos eran cubiertos por la Santa Sede, desde su alimentación hasta su seguridad y los viajes oficiales.
Bergoglio marcó la diferencia desde el primer día: eligió no vivir en el lujoso Palacio Apostólico, sino en un modesto departamento dentro de la Casa Santa Marta, y nunca se desprendió de su cruz de hierro, la misma que usaba desde que fue obispo en Buenos Aires.