Días atrás un allanamiento derivado de una investigación por balaceras en el microcentro rosarino llamó particularmente la atención de la opinión pública. Es que en ese lugar, un elegante y antiguo edificio de viviendas ubicado sobre la calle Corrientes, se escondería un mundo del cual los pocos que son testigos prefieren apartar la vista y solo, si surge una fugaz oportunidad, comentarlo en voz baja.
Cuentan que la susodicha, pongámosle Vanesa. “La del Cantero”, acota una señora que cotillea vidrieras por el Barrio, va y viene a toda hora y vigilaría que la guarida se mantenga segura. Eso sí, con tobillera adicionada, camina y camina por los vetustos palieres de la propiedad que en otro tiempo podría haber sido invocada en un tango por Gardel. No la del 348, sí la del “nueve siete cero”.
Aunque no sabemos si es en el segundo piso… ¿Habrá cóctel y amor?… Preferible imaginar y no saber a ciencia cierta. De eso que se ocupen los que se tendrían que ocupar.
Volviendo a lo que nos convoca. Resulta que los tímidos pero sapientes testigos afirman que es cosa de casi todos los días ver autos de lujo que se detienen en la cuadra. Antes de emprender retirada, los conductores no olvidan visitar el inmueble del “nueve siete cero”. ¿Buscarán también alguna oportunidad por la esquina?, no hay certezas ni registros hasta el momento.
Las extravagantes y populosas fiestas en la terraza merecen capítulo aparte. El espacio que debería ser de uso común de propietarios e inquilinos, hoy pareciera de usufructo exclusivo de la monada. “Los dólares que se cuentan”, agregan como dato no menor. “El negocio va viento en popa”, dicen que dicen al pasar por el pórtico.
Los críos bien, al cuidado de dos niñeras.
“Son dos torres y una está tomada por ellos. Los divide una puerta. Un mundo y otro en pleno centro. Divididos por una puerta”, aclaró el mensajero y, acto seguido, se esfumó sin dejar rastros.