Desde hace mucho tiempo las sensaciones que se viven en cada mesa familiar o de amigos en Rosario no pueden evitar hablar del mismo tema: duele, molesta, incomoda, todos preferirían hablar de otra cosa e incluso a veces se hace necesario para no vivir en la angustia.
Lamentablemente la inseguridad que reina en las calles de la ciudad está muy lejos de ser una sensación y desde hace un tiempo los rosarinos han modificado incluso las costumbres a tono con el crecimiento de la violencia en las calles. Así como hace años ser rosarino era inflarse el pecho ante la hermosa, creciente y pujante ciudad, silenciosamente esa misma Rosario engendraba la semilla de una red vinculada al narcotráfico que aniquiló al tejido social entre ofertas laborales como soldaditos o sicarios.
El Estado, cómplice por acción y u omisión no supo o no pudo controlar esa semilla y hoy pareciera estar estupefacto ante el bosque de imágenes vinculadas a la violencia que pueden verse o vivirse en las calles de la ciudad. Una mujer es arrastrada para robarle una cartera, un delincuente dispara a quemarropa a un hombre que estaciona su auto en la calle, dos motochorros persiguen a los niños que salen de la escuela para robarles una moto, otros se cuelgan de una soga para tirar de un cable.
En Rosario si te distraes, te roban hasta el picaporte. Ni en el peor de los sueños un chiste tan malo podía llegar a convertirse en la realidad que hoy se vive. Ante la cercanía de una campaña electoral que pondrá el eje en la Seguridad, las personas, empiezan a sentir la importancia de involucrarse. Ante esta clase política que no supo ver el bosque, la gente empieza a mostrar cada vez más árboles y a exigirle a esa misma política que haga lo que tenga que hacer: que legisle, que genere espacios, que rompa la parsimonia de los discursos políticamente y genere acciones.
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No sirven discursos de campaña para contar lo que se puede hacer en Diciembre, sirven acciones concretas de todos los partidos, de todos los espacios de la sociedad civil que generen un trabajo en conjunto para que las calles de la ciudad, vuelvan a ser ese lugar para ocupar, para sentarse en la vereda, para andar en bicicleta, para jugar a las escondidas.
Hoy los vecinos empezaron a juntarse. Viejas vecinales olvidadas, volvieron a abrir sus puertas, a vincularse con los que viven en el mismo barrio y que saben adonde están los problemas. Hoy los comerciantes también empiezan a pensar en cierres masivos, porque ya no es algo de uno, es algo de todos. Hoy las marchas que exigen Seguridad también dicen adonde, en que horarios y sugieren posibles soluciones. Hoy la ciudad necesita de un gesto real y concreto: una política pública en materia de Seguridad y prioridad ante la emergencia que se vive en las calles.
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La urgencia que tiene Rosario en esta materia exige que el tema no sea electoral sino coyuntural.